miércoles, 21 de octubre de 2015

¡Que viva la música!: Los camajanes las prefieren rubias- 1ª Parte


A la premier de “¡Que viva la música!” llegaron todos: los caicedianos originales (que se fumaron un porro con Andrés y leyeron el borrador de la novela), los post –caicedianos (que lo descubrimos gracias a las ediciones pirata de calidad) y los Neo-caicedianos (que se encuentran ahora mismo terminando el bachillerato y lo descubrieron googleando )
Nunca hubo, frente a una cinta colombiana, tanta prevención y tanto prejuicio. “Es increíble que se haga una película basada en Andrés Caicedo y no suene Paint it black”- dijo uno de los originales. “Yo no concibo que  la historia se haya ubicado por fuera de la década del 70”- agregó un Post. “Y con música electrónica” – remató un Neo.
Así,  muchos asistieron  dispuestos a comer prójimo. De hecho, en la fila, se citaban las declaraciones de Rosario Caicedo (hermana del escritor) calificando la película como “un collage fragmentado e incoherente cuya base reúne las fórmulas infalibles: sexo de todo tipo, drogas y violencia”. Fuerte, fuerte, hacha y machete
Lluvia con Nieve
Me acuerdo ahora mismo de aquella famosísima respuesta de Alfred Hitchcock cuando lo fusilaban con la eterna pregunta de cine v.s literatura:
Había una vez dos perros (el gordo la cuenta con cabras, he aquí mi adaptación  caleña) que se quedaron atrapados en un teatro. Todo cerrado, hasta la caneca de basura estaba limpia. ¿Qué hacemos? – se preguntaron muertos del hambre. Subieron a la sala de proyección y, no habiendo más, se abalanzaron sobre los rollos de la película que exhibían por esos días. Al terminar popochos de devorar la cinta, un perro le pregunta al otro: Qué te pareció? Y el otro le contesta: me gustó más la novela
En torno a “¡Que viva la música!” esa discusión es inevitable porque estamos hablando de una novela de culto. Conozco gente que se la sabe de memoria. En mis tiempos caicedianos jugábamos a recitar aquel pasaje donde el autor nombra sinónimos de marihuana todos empezados por la letra B. O el pasatiempo de ir caminando por la calle haciendo casting a ver cuál rubia podía ser María del Carmen Huerta.
Siguiendo con Hitchcock , el gordo le confiesa a Truffaut  que la novela perfecta es “Crimen y Castigo” pero que nunca la adaptará, precisamente, porque siendo perfecta no tiene nada que agregarle. Se inclinaba, mejor, por libros menores que albergaran algunas ideas brillantes, en obra negra, que él pudiera pulir.
“¡Que viva la música!” es una novela escrita a las carreras, sin muchos retoques. Esa es su mayor debilidad pero, paradójicamente, su mayor fortaleza. Constituye el sueño de la escritura automática: desde el inconsciente pasa directo al papel bond. Pocas veces se lee un libro para jovencitos escrito por un jovencito. De ahí el vértigo al leerlo, de ahí el mito, de ahí el personaje paradigmático de María del Carmen.
Te invito a echar un pie
La novela refleja ese espíritu sesentero de la época: Cali era un pueblo grande que apenas soñaba con ser metrópoli, una ciudad simple que se dividía entre los ricachones del nortecito y el populacho del sur. La salsa intentaba ganarse un espacio entre el proletariado y en un colegio play como el Liceo Benalcázar era impensable que sonara acetato alguno de Richie Ray. Triste es mi canto, sabor a llanto y a soledad.
Por eso la prevención, ante la ausencia de Mick Jagger, no era infundada. Tampoco el hecho de que la historia hubiese sido trasladada al 2013 en un contexto distinto, más complejo. En el postmodernismo digital los géneros coexisten con una tolerancia asombrosa, al punto que hoy puedes asistir a una rumba que toque desde Judas Priest hasta el Charrito Negro. Y el DJ ni se despeina. Cómo justificar hoy que la Rubia salga huyendo de sus amigos burgueses y, de repente, descubra la potente voz de Bobby Cruz cantando Amparo Arrebato? No se supone que este tema es un clásico que se escucha hasta en los colegios play?


Leer segunda parte picando aquí

( Mientras tanto  disfrute a Ray Pérez  Y Mon Rivera, banda sonora de la película)