«No tema usted, no cometeré más crímenes. Mi tarea ha terminado. Ni su vida ni la de ningún otro ser humano son necesarias ya para que se cumpla lo que debe cumplirse. Bastará con una sola existencia: la mía. Y no tardaré en efectuar esta inmolación. Dejaré su navío, tomaré el trineo que me ha conducido hasta aquí y me dirigiré al más alejado y septentrional lugar del hemisferio; allí recogeré todo cuanto pueda arder para construir una pira en la que pueda consumirse mi mísero cuerpo». – dice la criatura hacia el final de la novela.
Y, sin embargo, Memo del Toro propone una criatura
inmortal.
Cuando leímos el comic de Frankenstein en la niñez, un
dato me estremeció: la escritora tenía apenas 21 años cuando publicó la novela.
(19 años cuando la empezó a escribir).
Era un mundo completamente distinto al nuestro y
completamente distinto al mundo de Memo, de manera que el bueno de Del Toro se
toma licencia, reescribe, le aporta carne y tejidos al mito de Shelley.
Existen dos versiones de la novela Frankenstein ( la
primera edición de 1818 y la versión de 1931) . Lo que quiere decir
que la edición primigenia se escribió bajo el poder del Rey loco , Jorge III y
bajo el impacto de las guerras napoleónicas. Y la segunda bajo el poder de
Guillermo IV (ya se atisbaba la era victoriana)
¿Qué le pasó a la escritora, en esos 13 años que separan
a una edición de otra?
Se puede especular: pasó del ímpetu de la novela gótica
(pura y dura ) y saltó a una visión moral de su personaje. También la muerte de
tres hijos y del esposo joven le deba haber dado un viraje rotundo a su concepción
de muerte y a su concepción de vida.
“Y así, el corazón se rompe, pero aún roto, pervive”, es
el epígrafe de Lord Byron, uno de sus mentores.
“EL VERDE ES EL COLOR DE LO ETERNO”
Pongo este intertítulo entrecomillado porque es una frase de la película “Vértigo” de Hitchcock. En el “Frankenstein” de Memo, he encontrado muchas referencias (conscientes o no) a otras películas, otros mitos.
Al laboratorio de Víctor, lo inunda el verde opaco. El
vestido victoriano de Elizabeth es verde intenso. Lo alterna con el azul, el
color de su prometido y con el rojo, cuando tiene la tentación de dejarse
seducir por Víctor. Pero se reprime. Vuelve a la compostura inicial y se zampa
el sombrero verde. Deja la mariposa, aleteadora pero atrapada. Los insectos
viven poco, como ella.
Y también pienso en Robert Openheimer creando la bomba
atómica al poder y sintiéndose un monstruo que llevará a la destrucción del
planeta. Todo encaja: el monstruo inventor, la criatura solitaria, la mujer que,
siendo hermosa, tampoco encaja en este mundo.
Y la Inteligencia artificial, mirándonos de reojo. Esa,
si encaja y acabará con todo. Seremos el paraíso perdido de Milton. Todo por
arrebatarle el fuego a los dioses.
https://www.youtube.com/watch?v=xZabThtEZYo

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