El teatro Asturias estaba ubicado en el barrio Bretaña, en Cali. Cerca de la bomba del triángulo. Tenía primer piso y mezzanine . Arriba era mas caro. En el primer piso había que tener precauciones. La regla de oro decía que había que acomodarse exactamente debajo del mezzanine . Sentarse adelante, era convertirse en blanco fácil del gargajo.
Al apagar las luces se iniciaba la insultadera. "Tu
madre que..." , "La tuya que..." Pero los de arriba siempre
tenian un as en la manga que lo sacaban cuando se sentían acorralados :
"Los de abajo son pobres!" Con ese mantra se llegaba al silencio
necesario para la concentración. Los lunes eran especiales porque el dueño se
inventó "Los lunes del porno" . Poncho Peloteras apareció con la
novedad de que en el barrio San Nicolás vendían a precio módico cédulas falsas. Hoy, los chicos ven porno en
el teléfono móvil pero yo te recuerdo que la pantallla del Asturias era del
tamaño de una casa de dos pisos. Asi que las personajas eran cuatro veces mas
grandes que uno. Grandioso todo.
Grandioso el detalle. Nuestra generación tuvo la necesidad mental de grabar en
el cerebro las imágenes. Tocaba , porque ni modo de repetir como ahora.
"El lunes del porno" fue una idea exitosa. Ya
no ahorrábamos para ir al estadio, ahora
el dinero iba directo a la taquilla del Asturias. Y apareció otra idea
revolucionaria: La pajillera. Tocaba ahorrar el doble. Vender periódico,
recoger cobre. Lo que sea, con tal de asistir al cine con final feliz.
La pajillera se atrincheraba en los baños. Exhibía un
botiquin grandote con la cruz roja estampada al centro. Alcohol, gasa,
merthiolate para los primiparos, jabón barrigón, Dorado, el jabón de las
estrellas de cine.
Para demostrar pulcritud , evitaba manejar dinero. El
fruto de su trabajo lo administraba la tía solterona. Llevaba la estadística
con perfecta caligrafía y bolígrafos azul y rojo en aquel cuaderno Norma con
tapa de cartón.
Alternaba las dos manos. Era ambidiestra. Tomaba su
trabajo con seriedad. Poncho Peloteras le advirtió que las pajilleras al igual
a los bailarines debían sonreír, demostrar alegría. Ella atendió con mucho
gusto la sugerencia de marketing. Sonreía de mala gana porque desnudaba dos
dientes picados.
Un día la seguimos. Era vecina de mi amigo Rodrigo,
llegando a la panadería La California. Madre soltera y de nombre Ruth. Muy
creyente, sin falta a la iglesia del Perpetuo Socorro.
Ruth, hizo feliz a varias generaciones antes que el
capitalismo salvaje de los centros comerciales nos arrebatara los teatros de
barrio.
Cuando presentaba
en TV un programa de cine, tuve en cada grabación, la tentación de hacerle un
homenaje a Ruth: "Este programa es patrocinado por polvos Mexana, el único
polvo que se echa con la mano. Y no es paja"
Para leer la segunda parte vaya a:
https://ventanadelcine.blogspot.com/2024/06/teatro-asturias-ii-parte-solta-al.html
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