Quizás usted nunca había escuchado hablar de Robert M. Young como escucha hablar de Scorsese o Godard. El cine está lleno de artesanos, directores efectivos, que saben narrar, que saben poner una cámara pero que no son alabados por la Nueva Ola, ni por nadie.
Su caso es admirable, nació en 1924, es decir, el mismo año que se editó “La Vorágine”, el mismo año que DW Griffith lanzó su manifiesto “El cine dentro de cien años”, ese año se estrenaron obras maestras a la lata: 'Avaricia' (Erich von Stroheim), 'El último' (F. W. Murnau), 'Los nibelungos' (Fritz Lang), 'El moderno Sherlock Holmes' (Buster Keaton).
Aprendió a caminar en el apogeo del cine mudo y empezó a filmar documentales de aventuras. Al hombre le gustaba viajar, hasta que descubrió la ficción. Sus películas llegaban directo al telefilme o a la segunda vuelta. Las vi en el teatro Alameda de Cali y siempre me pareció un director con pulso firme para narrar la explotación, la desesperanza de los inmigrantes y los melodramas.
Pero no todo fue cine al detal, Robert se dio el lujo de
ganar la cámara de Oro en Cannes y el Concha de oro en San Sebastián con su
mejor filme: “Alambrista” . Película pionera en contar las desgracias de
un espalda-mojada mexicano rumbo a la conquista de la pesadilla americana. A mí
también me gusta “ La balada de Gregorio Cortez”, basada en un corrido muy
mentado sobre el cuate que mata al sheriff en medio de una injusticia y los
espectadores vamos montados en su caballo, a la fuga.
Se dio el lujo de dirigir a los grandes Erlan Josephson, Fernando
Rey y Giancarlo Giannini en la excelente “Saving Grace”.
Imagínate nacer el 24 de noviembre de 1924 y morir 10
meses antes de cumplir los cien años. La Parca tiene un sentido de humor muy
macabro sobre todo cuando el muerto es de apellido Young.
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