domingo, 31 de octubre de 2021

KAIRÓS: CON LA K DE KUBRICK

 

Volver a la sala cine luego de 20 meses es raro. La pandemia nos dejó un legado amargo: la cartelera anuncia que las películas vienen ahora dobladas. Como en España. Joder!!. Todos los trailers que proyectan son doblados. Ya es el colmo de la gringolización. En USA no le jalan al cine europeo, asiático o latinoamericano porque no les gusta leer. Seguro que esa maldita moda del doblaje viene del franquismo y de la escuela de las Américas.

Pero entiendo que la sala de cine necesita de su público en uno de los momentos más difíciles. Y, seguramente, hicieron un Invamer o alguna de esas carajadas de encuestas y el resultado del mercadeo es que después del encierro al público de las crispetas se le atrofió la lectura. ¡Hostia!

Me gustó volver a la sala con una película caleña. Filmada en el edificio del tabaco. Con un protagonista que vive en Siloco. Y dirigida por el raizal Nicolás Buenaventura.

En la clase de filosofía, el profe (a quien apodaban “Dios” por lo gordo, es decir, no tenía forma humana) hacía énfasis en la mitología del tiempo: Cronos, el tiempo lineal (inicio, desarrollo y fin) , Kairós ( el tiempo exacto en que me dan papaya y la aprovecho) y Aion ( el tiempo circular , el eterno retoño como diría Carlitos Mayolo).

Es sabido que Cronos devora a sus hijos. Todos llegamos tarde a las citas y, en el momento de la agonía, sentimos que nos queda faltando vida. Aión es la melancolía por la cual volvemos a escenas vergonzantes que quisiéramos eliminar del circulo vital y Kairós es el punto G de la vida.

De esto último, trata el largometraje de Nicolás. Amaranto es un personaje común y corriente. Es del tipo que me encuentro todos los días: en el MIO, vendiendo dulces, al timón del Motorratón, jubilado de la plaza de Caycedo, embolador en la plazoleta. Amaranto es el rebusque diario, que no se queja. Tiene sus libros en la cabeza a juzgar por la panorámica del cuarto. Hay un momento en que el amigo le pregunta:

- ¿Los has leído todos? Yo cerré los ojos para imaginar la respuesta de Cabrera Infante: “Sólo una vez

Pero Amaranto no da una respuesta de intelectual porque no lo es. Es un hombre simple. Va al parque de los poetas en la bici que, estoy seguro, todos los espectadores envidian. Sereno y sensible, Amaranto sabe esperar. Es lo que mi padre llamaba “un tipo acomedido”.

¿Por qué la referencia a Kubrick? Por “The Killing”(1956), el tercer largometraje del maestro. Los cinéfilos tenemos la manía de establecer vasos comunicantes entre las películas. No es necesario que el director tenga, conscientemente, esa influencia. Pero las buenas películas van haciendo corredores comunes. Una especie de hermandad. Van formando una constelación. Y Nicolás esculpe en el tiempo. En el tiempo exacto del personaje que espera y no desespera.

 

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