domingo, 18 de febrero de 2024

LA VORÁGINE QUE NO FUE

 


Por : José Urbano  

En la edición del 20 de marzo de 1988, la Revista Semana daba cuenta de la visita del presidente brasilero José Sarney a Colombia. Venía acompañado del productor Luis Barreto. En la agenda de intercambio cultural, traían la idea de adaptar, para el cine, la novela de José Eustasio Rivera, “La Vorágine”. Ese año se celebraba el cumpleaños número cien del escritor.

Barreto tenía encima el prestigio de varias películas brasileras exitosas como “Doña flor y sus maridos” y “Gabriela, clavo y canela”, ambas adaptaciones basadas en letras de Jorge Amado.

  La compañía de fomento cinematográfico (Focine), creada por el gobierno colombiano, había lanzado la convocatoria de guiones precisamente para adaptarla a la pantalla grande.

La convocatoria estuvo a punto de ser cancelada porque apareció un avivato asegurando ser heredero de los derechos de autor. El redactor escribía preocupado: <<El problema para Focine consiste en que, al no conocer que existía algún heredero del escritor, quien murió soltero y sin hijos, se verá obligada a negociar el monto con el heredero que, según parece, está pidiendo todo un "Potosí">>

La bolsa del premio era un millón de pesos. Para que se hagan una idea, el salario mínimo acababa de ser aprobado en $ 25.637. Un dólar se cotizaba en 263 pesos colombianos. En la galería Alameda, la libra de carne se conseguía en 400 pesos y un huevo en 22.

A la convocatoria se presentaron pesos pesados como Jorge Alí Triana, pero terminaron ganando tres caleños desconocidos, amigos nuestros, con los que hacíamos fila en Univalle a la hora del almuerzo.

El día de la premiación, Mauricio Laurens, crítico de “El Tiempo”, soltó la frase irónica: “Los tiburones vinieron a recibir el premio, pero terminaron aplaudiendo a los sardinos”.

Nicolás, Julio y Carlos habían formado el colectivo Cinexperiencia 5 años atrás y ya tenían la mano caliente escribiendo guiones y rodando cortos en súper 8.

¿Qué hacían tres pelaos universitarios con un millón de pesos (unos 3.800 dólares de la época)?

Los tres, volvieron a la universidad con el título de “guionistas consagrados”. Una especie de sobrinos de Rico McPato: los Hugo, Paco y Luis del cine colombiano. El triunfo era épico porque justo vivíamos en la época del cartel de Cali. América anunciaba la contratación del astro peruano Julio César Uribe y respiraba bonanza con la venta de Bataglia, Gareca, Porras  y Cabañas.

En mi barrio le llamaban polvo de narco a las nuevas motos FZ. Y muchos jóvenes se perdieron, aspirando a coronar la merca en los mayamis. Así pues, que tres pelaos se ganaran un palo con el sudor de sus letras, poniendo en imágenes las andanzas de Arturo Cova, constituía la hazaña ochentera de mi generación.

EL CASTILLO DE OTRANTO

Casa Quinta de la familia Upegui del barrio San Fernando -Cali. 1988
               

En un tiempo en que no existía Google Maps, apenas nos defendíamos con el atlas del Instituto Agustín Codazzi. Lo consultábamos para aprendernos los nombres raros de la novela:  el caño Yurubaxí, el correntón de Yavaraté, el río Purús,el Yaguanarí, el Guaracú, el Isana y el Kerarí, el Cababurí, el Maturacá ,El Curicuriarí…  También recitábamos las dos primeras líneas: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.” 

Era un juego que consistía en  memorizar el primer párrafo de “Cien años de soledad”, de “La metamorfosis”, de “008 contra sancocho”, de “Sin calzones llegó la desconocida

Pero los nuevos guionistas dejaron de lado a Arturo Cova y optaron por rodar un largometraje en pleno barrio San Fernando de Cali.

Les prestaron la casa quinta de la familia Upegui Hoyos, enfrente de lo que hoy es supermercado “Carulla”. Nosotros le llamábamos El castillo de Otranto por su forma imponente sobre esa colina. Las gradas se asemejaban a la casa del tiernito Norman Bates. Lo veíamos bajar, vestido de mujer, cuchillo en mano, presto a matar las rubias del barrio. Sobre ese castillo existían miles de leyendas. Que allí había perdido la virginidad, Marisela Campos, la piernona más deseada de Cali, que tenía pasadizos secretos donde dormían tesoros nazis, que por las noches, se escuchaban quejidos de los esclavos torturados durante la colonia. En fin.

Adriana Calero , mira hacia el Castillo de Otranto en
"El hombre de enfrente" 1988


El hombre de enfrente” se llamó la película en donde se invirtió el millón de pesos. Hernando Tejada el sonidista, Juan Fernando Cobo el hombre de la  luz y la música de Luis Bacalov, Nicolás Buenaventura y Adriana Calero en los roles principales. La gente preguntaba que si El hombre de enfrente tenía algún parentesco con La mujer de al lado” de Truffaut. Ese rodaje daría para una película épica porque treinta y cinco años después se prepara el estreno.

Sobre esta aventura, hablaremos con los protagonistas en próximo conversatorio celebrando los 100 años de la primera edición de La vorágine”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial. A veces una crònica tan maravillosa (y misteriosa) como èsta le llega a uno de manera natural pero misteriosa.
El misterio tiene muchos misterios.
Què rico saber (conocer) tanto.