"Amar a los monstruos siempre termina mal para los humanos". Lauren Hamilton
Un amigo, reportero
nato, me aclara que no le encuentra gusto a “El Conde” de Pablo Larraín
porque los hechos históricos deben ser tratados con rigor periodístico. Discrepo
y le cito la frase de Rossy de Palma : “El
cine es una mentira para contar la verdad”. Rossy es la más hermosa vampira
del cine español, aunque nunca haya interpretado ese rol.
II
Ed Lachman es un súper
fotógrafo que trabajó en Colombia iluminando “El día que me quieras” de Sergio Dow. El maestro Ed nos brinda un
blanco y negro granulado a la mejor usanza del expresionismo alemán. Empezando
por ahí, “El Conde” es cátedra de
cine de género. Las sombras, la capa de Pinochet, sus arrugas remarcadas, los
corazones congelados, los parásitos hijos Pinochet Hiriart, la esposa
desalmada, la mansión a punto de caerse, el mayordomo esclavo y esa primera
escena donde nos describen el cementerio humano donde sucederá el 90 % del
metraje. Esa primera secuencia Larraín la adoba con la marcha Radetzky de Johann Strauss. Como
la película está repleta de guiños nombremos éste de entrada: Strauss la
compuso para el mariscal de campo austriaco conde Joseph Wenzel Radetzky. El poderío
militar de Austria viaja a la Chile del Conde vampiro Augusto.
III
“¿Cómo escapar de esta espantosa esclavitud de noche,
tinieblas y terrores?” Bram Stoker
El boom
latinoamericano supo narrar las dictaduras: “El otoño del Patriarca”, “Yo,
el supremo”, “La fiesta del chivo”
, por nombrar algunas. En ellas está la ferocidad y la decadencia del poder. La
arrogancia del sátrapa, pero a la vez, la cobardía para asumir los crímenes.
Larraín ha llevado al
dictador a terrenos insospechados. Lo ha puesto a vivir 250 años, a tomar
licuado de corazón y amangualarse con otros desalmados vampiros neoliberales.
Lo que en García Márquez sonaba a exageración aquí es fantástico. Pero lo
fantástico como metáfora de la verdad.
Hay secuencias de antología: Pinochet visitando el palacio presidencial, el mismo que volvió cenizas aquel 11 de septiembre de 1973 y lamentando que estos desagradecidos chilenos no hubiesen colocado un busto en medio de Allende y Patricio Aylwin. Y alusiones a “ ese juez español pesado” o el sablazo que le da el mayordomo ruso: “ A usted le gusta robar, a mí me gusta matar”.
A Pinochet no le duele que lo acusen de asesino (de hecho, se
siente orgulloso), lo que lo empuja a querer morir es que le hayan pillado los
robos. Para un vampiro no es fácil morir. Son eternos y ahí radica la potencia
de “El Conde”: Pinochet sigue vivo
entre el montón de torturados y desaparecidos, sigue chupando sangre en las fosas
comunes, continúa presente en los lanzados a morir de sed en el desierto. La no
existencia de justicia a los miles de asesinados convirtió a Pinochet en un
vampiro. Y es lo mejor del guion de Larraín, que a la postre se llevó el premio
mayor en el festival de Venecia.
Aqui la intervención para PERIODISMO LIBRE
https://www.youtube.com/watch?v=exu99Jc0Nt0
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