NOTA DEL BLOGGER: En 1924, un periódico le encomendó a D.W
Griffith imaginar cómo sería el cine en el año 2024. Por considerarlo de
interés y porque el futuro ya está aquí, lo reproducimos en esta traducción de
Luis Ospina.
Griffith fue el mas grande director norteamericano del
periodo mudo. Ferviente lector de Dickens, supo trasladar la estructura del
relato literario hacia el naciente cine y lo dotó de identidad. Es responsable
de obras maestras como “Intolerancia” y “El nacimiento de una nación”.
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Dicen que soy un realista, un hombre que se desempeña
mejor cuando reproduce en el cine la vida tal como él la ve o la conoce. De lo
que el editor inmediatamente asume que la fantasía sea algo fácil para mí, y me
propone una pregunta que escasamente se puede contestar con algo que no sea un
sueño. Afortunadamente yo tengo mis fantasías.
¿Cuál cree que sea el estado del cine dentro de cien
años?, me pregunta el editor en cuestión.
Yo me he preguntado eso muchas veces, y como no soy una
de esas personas que responde a su propia imaginería con respuestas, puedo por
lo menos dar una opinión. Puedo cualificar esto añadiendo que esta opinión de
alguien que le ha dedicado gran parte de su vida al tema.
En el año 2024 lo más importante que habrá logrado el
cine será la eliminación del conflicto bélico en el mundo. El cine será el
factor más poderoso en hacer que esto sea posible. Usando el lenguaje universal
del cine se establecerá en toda la tierra el verdadero sentido de la hermandad
del hombre. Por ejemplo, el inglés habrá aprendido que el alma del japonés es,
esencialmente, igual a la suya. El japonés se dará cuenta que sus ideales son
los mismos que los del americano. Todos los hombres son iguales.
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No se debe asumir que yo crea que dentro de cien años el
cine haya tenido tiempo de educar a las masas, apartándolas del caos y de la
discordia. Lo que quiero decir es que, para ese entonces la guerra, si es que
todavía existe tal cosa, se librará estrictamente sobre una base científica,
sin el elemento de la destrucción física. Mi teoría es que el conflicto será
también gobernado por leyes científicas y por reglamentos a los que ambos
bandos de la controversia se suscribirán. Ejércitos provistos de guantes de
boxeo, hombre a hombre, se enfrentarían en una "batalla" para
determinar el vencedor. No les estoy tomando el pelo. Hablo en serio. Será una
cuestión de ciencia y juego limpio hasta el último momento. Hablo también en
serio cuando predigo que después de la "batalla" los guerreros se
retirarán a una cantina a beber jugo de uvas. Así como se eliminaron las viejas
prisiones de deudores inglesas por medio de la educación, así mismo se
eliminará el conflicto armado.
No hay duda que dentro de un siglo encontraremos muchos
más dramas íntimos presentados en las pantallas, aunque siempre existirá un
campo aparte para los films de amplios panoramas como NACIMIENTO DE UNA NACIÓN
y AMÉRICA.
Uno entrará en su sala de cine preferida y verá a los
actores el doble de grandes de como los vemos ahora, porque las pantallas serán
el doble de grandes, y la película el doble de ancha. Con estas ampliaciones
los primeros planos desaparecerán casi por completo, ya que será relativamente
fácil ver las expresiones faciales al ver los actores de cuerpo entero. Siempre
será necesario filmar la cara en el cine. El rostro es el reflejo del alma del
hombre.
Nuestros close ups, o insertos, como los llamo yo, a
menudo son cansones y desconcertantes. Yo los inventé, pero he tratado de no
abusar de ellos como muchos lo han hecho. Es un truco mecánico y de poco
crédito para cualquiera.
Digamos que ahora hay cinco teatros de estreno lujosos en
una calle de Nueva York. En 2024 habrá por lo menos cuarenta. Las ciudades de
veinte mil tendrán más de cien. El cine, gracias a su gran alcance, estará
capacitado para contar cierto tipo de historias como ningún otro medio. Pero
debo añadir que la gloria de la palabra hablada y escrita en el drama íntimo y
poético nunca podrá ser superada por otra forma de expresión.
En el año 2024 nuestros mejores directores serán hombres
graduados de escuelas, academias y universidades con cursos de cine. Nuestros
actores y actrices serán artistas graduados de escuelas y universidades con
cursos altamente especializados sobre la actuación frente a las cámaras. Esto
es inevitable.
Soy bien consciente que la difícil y arbitraria forma
como se selecciona hoy en día el talento cinematográfico (y por talento
cinematográfico quiero decir directores, diseñadores, actores, y camarógrafos)
no durará mucho. El tiempo se encargará de arreglar esto a base de mérito y equipo.
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Griffith , de sombrero, junto a Chaplin |
Cada semana me preguntan varias veces si creo que la
fotografía en color del cine pueda ser perfeccionada. Lo más probable es que
sí, creo yo. Indudablemente todos los métodos de tintes y proceso de color
ahora en uso no son los correctos. No se ha llegado a ellos con el mínimo de
inventiva y por lo tanto no pueden durar. Los films en color que vemos en la
actualidad han sido hechos usando gelatinas sobre la película o poniendo lentes
de colores frente a la película. Estos sistemas carecen de armonía) fidelidad.
Debo admitir que yo también he experimentado con ellos pero sería el último en
hablar seriamente sobre los resultados obtenidos. Hemos estado sólo explorando
y especulando.
Solo por medio de un método será posible obtener color
natural en el cine. Este método desarrollará una película tan sensible que
podrá fijar los tintes y los colores naturales a medida que ésta se filme.
Es lógico que el hombre o la mujer poco entendido en la
materia crea que esto es muy remoto y poco posible. Pero pensemos en la
conquista del aire, ¡el descubrimiento de un medio por el cual la voz humana
puede ser transmitida por el aire tres mil millas! Cuando nos ponemos a pensar
en lo que se ha logrado en este campo sería insensato suponer que la fotografía
en color —natural, permanente— no se pueda inventar. Dentro de cien años el
color de los ojos y el pelo de una mujer, el color del mar, los colores del
arco iris serán una parte natural de todo drama cinematográfico.
En cambio, estoy seguro que dentro de un siglo se habrá
abandonado todo intento de hacer cine hablado. Esto es cierto porque la propia
esencia del cine no hace necesaria la palabra hablada. La música –la buena
música– siempre será la voz del drama mudo. Dentro de cien años encontraremos a
los más grandes compositores de la época dedicando toda su maestría y su genio
a la composición de música especial para el cine.
Habrá tres personas principales en la producción de un
drama cinematográfico: primero el autor y luego, el director y el compositor,
todos ocupando puestos de igual importancia.
No queremos ni vamos a querer oír la voz humana en
nuestros films. La música, tal como yo me la imagino dentro de cien años, se
usará para visualizar la imaginación del ser humano. Y, así como en nuestra
imaginación esas voces invisibles son siempre perfectas y dulces, o si no
magníficas y emocionantes, uno las encontrará registradas en la mente del
espectador, en forma de música bella, expresando exactamente lo que el autor
quiere. A mí se me hace que esas imágenes que vemos en la pantalla deben ser
siempre mudas. Cualquier otra cosa sería ir en contra del objetivo real de este
nuevo medio de expresión. Nunca habrá films hablados. ¿Por qué han de haberlos
si la ausencia de voz puede ser tan bella como la música? En la música bella no
hay "r's" disonantes ni consonantes retorcidas ni farfulleos
guturales ni tonillos nasales. Por consiguiente el espectador medio preferirá
ver las imágenes y dejar que la voz que le hable sea la de la música, uno de
los artes más perfectos.
Parece que soy muy enfático al respecto, y quiero serlo.
En el año 2024 tendremos orquestas de todo tipo
trabajando para el cine. Cada teatro tendrá varias orquestas de diferentes
caracteres. Los films grandiosos con amplios espacios abiertos siempre tendrán
más de una orquesta a su servicio. Cuando se necesite un cuarteto de cuerdas
para una escena, allí lo habrá. Cuando se necesite el gemido de una guitarra o
el rasguido de un banjo, allí estarán. También habrá orquestas sinfónicas más
grandes de lo que ahora podríamos imaginar para acompañar lo grandioso y lo
sublime.
Nosotros escasamente tenemos una idea de lo que será el
desarrollo de la música para el cine. Me parece un poco cómico darme cuenta
ahora del lugar tan pequeño de nuestra vida cotidiana que ocupa el cine, a
pesar del gran aumento que ha habido en los últimos años en la asistencia a las
salas de cine. Dentro de cien años creo que los aviones de pasajeros exhibirán
películas en sus vuelos regulares entre Nueva York y Chicago y entre Nueva York
y Londres. Los trenes, que viajarán a velocidades dos o tres veces mayores a
las de ahora, tendrán vagones con salas de cine. Casi todos los hogares de buen
gusto tendrán su sala privada donde las familias podrán proyectar miniaturas de
los grandes films, y, por supuesto, podrán hacer álbumes con películas en lugar
de fotograbados y fotos fijas. Los grandes barcos de vapor se jactarán de
exhibir películas de estreno a bordo traídas a la mitad del océano por aviones.
Además todas las clases de nuestros colegios se dictarán con la ayuda del cine
y de los dibujos animados educacionales.
Cuando todas estas cosas sucedan ya no habrá titileo en
las proyecciones. Los personajes y los objetos se verán
en la pantalla (que para ese entonces tal vez no será blanca, y ciertamente no
cuadrada, ni nada parecida a las de ahora) como si los estuviéramos viendo en
la vida real. La tan discutida "profundidad" en el cine, que hasta
ahora no ha sido perfeccionada, para ese entonces ya se habrá inventado y
adoptado. La imagen no se verá plana: si un personaje camina hacia la chimenea
uno reconocerá la distancia que existe entre el personaje y la chimenea.
Asimismo, en los paisajes, uno podrá 'sentir' el sentido
propio de la distancia. Las cimas de las montañas no parecerán como si
estuvieran una encima de otra sino que se verán exactamente como si
estuviéramos parados mirándolas. Claro está que todos estos son meros detalles
que requerirán largos e intensos estudios y experimentos, pero vendrán. En otras
palabras, desde el punto de vista de la naturalidad, las imágenes del cine
dentro de cien años serán tan parecidas a las personas y a los objetos filmados
que uno, sentado en su butaca, no podrá saber a ciencia cierta sí son imágenes
o la vida misma.
Perfeccionando el sistema de iluminación el cine se verá
tan fluido ante el ojo como si fuera un cuadro estático iluminado. Para ese
entonces los estudios habrán cambiado mucho, y en lugar de forzar a un actor a
trabajar frente a grandes luces enceguecedoras, que ahora a veces alcanza los
117º F, sino que tendremos luces "Frías". Ya estamos experimentando
con estas. Nuestros estudios serán instituciones de amplio crecimiento, tan
grandes como algunas ciudades que rodean a Nueva York. Creo que dentro de cien
años la producción cinematográfica no estará concentrada en sitios como el
Hollywood de hoy en día. Las películas serán hechas en varias ciudades, la
mayoría de éstas cerca de Nueva York.
Me molesta un poco cuando me preguntan si la popularidad
del cine pasará. Me parece ridículo. Tan ridículo como asumir que la
popularidad de la música, o de la pintura, o del teatro, pasará.
No. No creo que la popularidad del cine disminuirá; ya lo
he dicho que aumentará y seguirá aumentando. Por ejemplo podríamos citar mi
propio film NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, que fue reestrenado hace dos años,
después de no haber estado en cartelera durante los últimos diez años, y su
éxito fue tan grande como cuando el estreno. La popularidad del cine (que es
una forma natural de la expresión dramática) aumentará a medida que la calidad
de las películas vaya aumentando. Dentro de cien años tendremos novelistas que
le dedicarán todas sus energías a la creación de argumentos originales para el
cinematógrafo. Por esto quiero decir que los novelistas dedicados
exclusivamente al cine crearán personajes, situaciones y dramas en función de
imágenes. Habrá historiadores del cine que serán una gran ayuda para la
producción. Habrá artistas de cine de todas clases. Los resultados serán más
naturales, más dignos y más sinceros porque tendremos personas especializadas
en cada una de las ramas del cine, todos unidos con un misino fin: crear una
película.
No puedo negar que el radio ya tiene su propio público.
Sin duda ha apartado a mucha gente de los cines y los teatros. Es un
descubrimiento grande y útil, un medio glorioso. Dentro de cien años no habrá
confusión entre la radio y el cine. No puede haber conexión ni conflicto entre
los dos. Tal vez haya conflicto entre la radio y el teatro pero no entre la
radio y el cine. Cada uno ocupa su propio sitio exclusivo en nuestras vidas.
Ahora preparémonos para un pequeño sobresalto. Dentro de
cien artos el cine costará aproximadamente el doble de lo que cuesta hoy en las
salas de estreno. Es apenas lógico. El tiempo, el esfuerzo, la energía, y la
preparación invertidos en un film serán mayores. Honestamente en ningún momento
puedo comprender como hubiera sido posible poner más tiempo, más esfuerzo, más
energía, y más preparación de la que puse en mis propios films; pero, para ese
entonces, esto será cierto hasta de los films comunes y corrientes. En el año
2024 la entrada a los films de calidad no constará menos de cinco dólares.
Viendo la bola de cristal he visto muchas cosas que no he
mencionado aquí. Quizás sería un poco aburridor discutirlas. Pero sí quisiera
decir una cosa sin cualificaciones: El cine es un niño al que le hemos dado
vida en nuestra generación. A medida que va creciendo se va desarrollando
maravillosamente. Nosotros pobres almas escasamente podemos visualizar o soñar
sus posibilidades. Debemos ser cariñosos con él en su juventud para que en su
madurez pueda recordar su niñez sin remordimientos.
David Wark Griffith
Collier's mayo 3, 1924.
Revista “Ojo al Cine” nº 3 y 4, 1976
Traducción: Luis Ospina.
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