Fotografías y Textos: Ventana Indiscreta |
En la plazoleta de la Alcaldía, son las
10 y 50 de la mañana del jueves 19 de Junio. Las tribunas desplegadas conforman una
reproducción a escala de un estadio de fútbol. Mil doscientas almas mal contadas.
Sobresale la mancha amarilla de las camisetas, aunque algunos se pasen de
originales con pintas de jugadores famosos. Por allá veo a Messi con el 10 a la
espalda, a V. Persie con el 20, a Parolo con el 25.
Además de la propia, los colombianos tienen dos
profesiones: técnico de fútbol y presidente de la República.
Hasta la semana pasada se pontificó sobre la Paz, hoy todos hablan de
estrategia y táctica. Todos tienen la fórmula para pasar a la siguiente ronda. Los
apostadores, que nunca faltan, se encuentran al borde del ataque de nervios. Incluso, hay quien lanza un grito de lamento:
- Costa Rica me jodió la Polla!!
Una dama entrada en carnes vende cerveza al triple y bolsa de agua al
doble. Todo vale para celebrar o llorar. Los medios regionales toman posiciones
en primer plano. Los camarógrafos, esos grandes voyeristas profesionales, aguantan
el dedo en el gatillo. Alardean los fotógrafos:
- De qué tamaño es tu
lente?-
le pregunta un viejo reportero a un jovencito aletoso
- 600 mm- le contesta el
peludo haciendo un gesto viril a la altura de las iguales
- El mío es el doble
del tuyo – contragolpea el cucho y agarra el
teleobjetivo a dos manos en posición de mear.
El primer tiempo es de respeto, los
Marfileños son rápidos y grandulones. Cada avance colombiano es de exaltación y
ahí es donde nosotros nos emocionamos con la emoción ajena. Debajo de la pantalla solo oímos los
comentarios de esa raza extraña conformada por los periodistas deportivos.
Filosofan, dicen que predijeron tal jugada como unos Nostradamus de la pelota.
Nunca pierden, escasamente empatan. “Lo
dijimos, lo advertimos”.
Bajo 36 grados a la sombra, la gente
ni se inmuta. Por el contrario, pareciera que los ánimos entraran en armonía
con el clima. Brilla por su ausencia la mesura. Se grita, se manotea. Cada vez
que se levanta la muchedumbre los reporteros activan el botón rojo.
Se cuenta, como no, con animador, al
estilo de los agüelulos setenteros. Es un negro macizo, parecido a Leider
Calimenio Preciado. Afila la lengua. Regaña desde el púlpito:
- A quien no le guste
que lo pellizquen o que lo empujen, pues que vuele para su casa, se prepara un
arroz con huevo y mira el partido en soledad- haciendo referencia a dos
asistentes que se agarraron a los totazos –, hoy a mí me han acosado cuatro mujeres
y aquí sigo. Toca aguantarse.
II
Hemos venido a grabar sin guión,
solo con la frialdad de la cámara que registra. Probablemente terminemos
haciendo un paralelo entre las dos profesiones aquellas. Pero no hay claridad. Igual,
a nadie le importa que lo miren mirando. A nadie le importa que en medio del
Mundial nos hayan clavado el orangután del impuesto a la telefonía celular (para
financiar los escenarios deportivos!!!) . Mejor dicho estamos pagando por
adelantado la peliculita de hoy.
- Si así mismo los
convocara la justicia social, ya
habríamos puesto en su sitio a los gobernantes ladrones- me dice una amiga socióloga a quien el fútbol le parece
el opio del pueblo, la enajenación de los ojos.
James mete el frentazo y es el
delirio. Hasta la socióloga siente una cosita que le sube y le baja. Como un yo-yo. Mantengo
la mano tendida y el pulso firme. Hay lágrimas y viene una nueva explosión con
el puntillazo de Quinterito. Que
impuestos ni qué carajo. A gozar dice la masa.