Volver a la sala cine
luego de 20 meses es raro. La pandemia nos dejó un legado amargo: la cartelera
anuncia que las películas vienen ahora dobladas. Como en España. Joder!!. Todos
los trailers que proyectan son doblados. Ya es el colmo de la gringolización.
En USA no le jalan al cine europeo, asiático o latinoamericano porque no les
gusta leer. Seguro que esa maldita moda del doblaje viene del franquismo y de
la escuela de las Américas.
Pero entiendo que la
sala de cine necesita de su público en uno de los momentos más difíciles. Y,
seguramente, hicieron un Invamer o alguna de esas carajadas de encuestas y el
resultado del mercadeo es que después del encierro al público de las crispetas
se le atrofió la lectura. ¡Hostia!
En la clase de filosofía,
el profe (a quien apodaban “Dios” por lo gordo, es decir, no tenía forma
humana) hacía énfasis en la mitología del tiempo: Cronos, el tiempo lineal (inicio,
desarrollo y fin) , Kairós ( el tiempo exacto en que me dan papaya y la
aprovecho) y Aion ( el tiempo circular , el eterno retoño como diría Carlitos
Mayolo).
Es sabido que Cronos
devora a sus hijos. Todos llegamos tarde a las citas y, en el momento de la
agonía, sentimos que nos queda faltando vida. Aión es la melancolía por la cual
volvemos a escenas vergonzantes que quisiéramos eliminar del circulo vital y
Kairós es el punto G de la vida.
De esto último, trata el
largometraje de Nicolás. Amaranto es un personaje común y corriente. Es del
tipo que me encuentro todos los días: en el MIO, vendiendo dulces, al timón del
Motorratón, jubilado de la plaza de Caycedo, embolador en la plazoleta.
Amaranto es el rebusque diario, que no se queja. Tiene sus libros en la cabeza a
juzgar por la panorámica del cuarto. Hay un momento en que el amigo le pregunta:
- ¿Los has leído
todos? Yo cerré los ojos para imaginar la respuesta de Cabrera Infante: “Sólo
una vez”
Pero Amaranto no da una
respuesta de intelectual porque no lo es. Es un hombre simple. Va al parque de
los poetas en la bici que, estoy seguro, todos los espectadores envidian. Sereno
y sensible, Amaranto sabe esperar. Es lo que mi padre llamaba “un tipo
acomedido”.
¿Por qué la referencia a
Kubrick? Por “The Killing”(1956), el tercer largometraje del maestro. Los
cinéfilos tenemos la manía de establecer vasos comunicantes entre las
películas. No es necesario que el director tenga, conscientemente, esa
influencia. Pero las buenas películas van haciendo corredores comunes. Una
especie de hermandad. Van formando una constelación. Y Nicolás esculpe en el
tiempo. En el tiempo exacto del personaje que espera y no desespera.