martes, 5 de octubre de 2021

HERNÀN HOYOS: EL PORNÓGRAFO QUE SALVÓ A UNA GENERACIÓN

                         

Mis clases literarias del bachillerato fueron aburridas. La Celestina, Fray Luis de León, el cantar del Mío Cid. No es que sean malos, digo. Pero eso, a un adolescente colombiano no le altera la presión. Los expertos en Alzheimer han dicho que aquello que no emociona es lo que primero que se borra.

Yo encontraba más emoción en las noticias de El Caleño. Era de suspenso caminar hacia el quiosco y preguntarse: ¿Con cuál locura saldrán hoy estos  periodistas?  Y ahí frente a nosotros estaba la respuesta: ENCUENTRAN CUATRO CABEZAS EN EL RIO CAUCA. Una vez redactada la entradilla con las fotos de las cabezas cortadas, informaban que fueron encontrados, rio abajo, cuatro cuerpos decapitados, también con fotos a todo color. El redactor remataba con un concurso: “encuéntrele las cabezas a sus respectivos cuerpos y reclame un yoyo”


De manera que la literatura callejera fue el descubrimiento más agradable de mi bachillerato. Y llegaron los libros de Hernán Hoyos, el pornógrafo. Saber bautizar un libro no es tarea fácil. Sino que lo diga Gabo en la literatura y Luis Buñuel en el cine.  Los libros de Hoyos eran chiquitos, de 10 por 15 centímetros. El viejo zorro sabía que el libro prohibido estaba diseñado para esconderlo.  Ahorré dos semanas completas para comprar “Sin calzones llegó la desconocida”, un torrente de lujuria. Hasta ese momento, lo más erótico que había conocido mi generación era la sota de bastos.

No tardé en darle muela al resto de las obras completas: “Se me paró el negocio”, “Frente nalga y careculo”, “El club del beso negro”, “008 contra sancocho, con licencia para beber”, “Sor terrible”. “Aventuras de una sirvienta”, “La colegiala”, “El miembro de Lucifer”, “Crímenes de la misa negra”, “Un alegre cabrón”, “Magola, la prostituta”, “El bruto y las lesbianas”, “La reina y el mariposo”, “El tumbalocas”, “Aventuras de una bogotana”; “Sonrisa de diablo”; “Aventuras de un impotente”, “Ofelia, la voluptuosa”; “Inocentes y perversos”, “El profesor corrompido”, “El precio de la lujuria”, “La alcahueta”. 

Uno de los encantos de los personajes de Hoyos era que hablaban como caleños, se movían en los barrios que nosotros deambulábamos. Caminaban por San Fernando, puteaban por el Obrero, eran infieles en la calle quinta.  Habíamos sido colonizados para creer que la literatura sucedía en España y en París. Que los libros solo hablaban un lenguaje alambicado. Y entonces Hoyos nos destrozó las buenas maneras y la urbanidad de fulano, con párrafos como éste, de su obra cumbre, “Sor Terrible”:

“Yo consigo el orgasmo más rápidamente con hombres que con mujeres, tal vez porque el roce del pene con mi largo clítoris, es más efectivo que el frotamiento con la lengua y las vulvas. Pero encuentro mayor goce psicológico acariciando la belleza de una mujer, besando su boca, lamiendo su sexo.”

Y este otro bocadillo:

“En una de las salidas, el comerciante nos hizo entrar a la parte trasera del automóvil y quedó solo guiando. La señora entonces me desabrochó la blusa y me chupó los senos.  El comerciante miraba por el espejo. Yo me senté en el suelo y ella se bajó los panties. (...) Comencé a hacerle la miné.  El comerciante seguía mirando por el espejo. Ella muy excitada gemía. Él le preguntó si le gustaba. Ella no contestó”

                

El pornógrafo comenzó a inundar nuestra conciencia, nuestros actos prohibidos. ¿La paja colectiva? Ahí estaba Hoyos. ¿Jugando a los 5 hoyos?, ahí también lo recordábamos. Se sentaba uno a leer en la banca exhibiendo orgulloso “Cien años de soledad”. Mentira, adentro habitaba el librito de Hoyos escondido en medio de los cabellos de Remedios la Bella. Pasaba el director de disciplina y pensaba: “Que joven tan culto”.

Cuando tuve el honor de conocerlo personalmente, el maestro ya atravesaba unos 80 años bien vividos. Le confesé que lo había imaginado libertino, borracho y putero.

- Se equivoca, joven, soy un simple escribano de historias que me cuentan.

Ese encuentro sucedió la semana en que la revista Don Juan realizó la selección de las 50 novelas colombianas imprescindibles. En el puesto octavo se ubicó “008 contra sancocho”. Y eso no es nada maestro, se encuentra en medio de dos reinas: “Cien años de Soledad” (puesto 7) y “Cóndores no entierran todos los días” (puesto 9). Le regalo la Revista recién comprada.

Hoyos me regala su último texto, en caliente: la biografía de Joaquín de Caycedo y Cuero, héroe de nuestra independencia. Y no son las aventuras eróticas del prócer. Más respeto.


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