“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que
acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su
paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece
una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en
el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del
macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. […]Contó
que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un
espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor
de su propia imagen.” La soledad de América
Latina GGM
El director de fotografía Néstor
Almendros, solía decir que las películas en blanco y negro siempre estaban bien
vestidas. Siempre lucían elegantes, como un traje de frac. De tres largometrajes en su cuenta, Ciro Guerra
ha rodado dos en Blanco y Negro lo que demuestra que hace parte de una estética
propia. Porqué perder la exuberancia del verde? Porqué perder la belleza colorida
de Chiribiquete? – preguntaba una espectadora ocasional.
Guerra ha elaborado una
paleta con muchos tonos de grises. Ha contado la tragedia sin esconder un grano enorme en el cuadro. Es decir, la invasión tiene en “El
abrazo de la serpiente” un tono a daguerrotipo.
Alemanes y Manigua
La lista de los alemanes que
se han paseado por nuestras tierras buscando el olor de la guayaba es extensa.
Desde Alexander Von Humboldt hasta Theodor
Koch-Grünberg . Y por el lado del cine el imprescindible es Werner Herzog,
Es imposible empezar el
visionado de “El abrazo de la serpiente” sin pensar en la trilogía Herzogiana
que inicia con “Aguirre, la ira de Dios”. Pero, poco a poco Guerra se va
desmarcando para dejarnos en claro que lo suyo no es el colonialismo a secas. Lo
suyo es la reconstrucción de un Amazonas que ya no existe. Un Amazonas del cual
apenas tenemos referencias en novelas como “
La guerra del fin del Mundo “ de Vargas Llosa y “ Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda.
Pero Ciro Guerra sigue derecho.
Su película es un daguerrotipo sobre un viaje que alucina. En todo el sentido
de la palabra. Alucinan los alemanes tragados por la manigua, alucina el protagonista
en sus viajes cósmicos y alucina el evangelizador convertido en el nuevo redentor.
Aun así, la propuesta de Guerra no es aleccionadora, ni
revisionista , ni panfletaria. Su originalidad radica en la poesía. Allí donde
Herzog se detenía a mirar la exuberancia de la selva, Ciro Guerra se detiene a
mirar a los personajes en un contraplano del dolor.
“El abrazo de la serpiente” utiliza el plano largo (tan de moda en el cine
latinoamericano) pero para mostrarnos un
asunto casi místico, cósmico. No es el plano largo aburrido de un Lisandro
Alonso sino la respiración del personaje, la angustia del enviado de Dios, la ambición
de quien realiza el hallazgo científico y el fracaso del ser humano atrapado en
su propia barbarie. Ciro Guerra ha
filmado una película clave en la atropellada historia del cine colombiano
dejándonos un malestar en la cultura.