El 12 de febrero de 2023, el maestro Costa-Gavras cumplió noventa años. Para celebrarlos, rescato una entrevista realizada hace mucho tiempo, bajo el calor habanero. Publicada originalmente en la Revista Kinetoscopio.
"TODO CINE
ES POLÍTICO"
Por: José Urbano
Constantin
Costa-Gavras, director Greco-francés nacido en 1933. Nos atiende amablemente en
el Hotel Meliá Cohiba junto al Malecón habanero. Ni el calor costero ni el
agite propio del festival parecen perturbar a este hombre cosmopolita, el mejor
cultor del llamado "cine político". Costa-gavras ha dirigido títulos
como Estado de sitio (Etat de Siége,
1973) y Z (1969). Sereno y dueño de una calma de abuelo sabio, habla realizando
grandes pausas. Explica sus conceptos con la sencillez del maestro experto. Su
ritmo de trabajo lo alterna entre la gran industria norteamericana y el cine
europeo. Todos recordamos la Palma de Oro en Cannes por Desaparecido (Missing, 1982). El año pasado volvió a poner el dedo
en la llaga con El cuarto poder (Mad
City, 1998), protagonizada por Dustin Hoffman y John Travolta, una crítica
demoledora al papel de la televisión en la vida moderna. Pero Costa-Gavras
demuestra una vitalidad asombrosa, ya que además de realizar cine, ocupa desde
hace ocho años la dirección de la Cinemateca Francesa.
Con el maestro en el festival habanero, cuando éramos jóvenes y flacos. |
P: Usted levanto una polvareda sin precedentes cuando presentó Estado de sitio. ¿Cómo ve hoy ese
fenómeno?
R: Es muy difícil hablar treinta años después porque son momentos
irrepetibles en la vida de uno. Era un cine urgente donde se hablaba de América
Latina y, en cierto modo, de mi Grecia natal y de pequeños países que se habían
convertido en colonias de los Estados Unidos. Latinoamérica siempre ha sido una
especie de laboratorio humano de las potencias.
P: ¿Era un cine anti-imperialista?
R: Sí, claro. Pero no me gusta esa palabra porque al usarse tanto ha
perdido su sentido. Y, claro, era un cine que iba contra la intervención de las
potencias sobre los países pequeños.
R: Yo pienso que todas las películas son políticas, incluso las películas
que pretenden no serlo. El arte tiene un papel socio-político ligado con la
comunidad y es en contra de la opresión, en contra de la falta de la libertad,
en contra de la rutina. Me duelen las injusticias. Por ejemplo, Pinochet es una
de esas injusticias.
P: Su contacto con Latinoamérica ha sido permanente. Desaparecido es el mejor ejemplo.
R: Desaparecido es mi película más latinoamericana y la más humana
también. De repente se volvió costumbre en algunos países, en algunos sistemas
de gobierno, desaparecer a la gente. Entonces me ocupé de esta historia del padre
que pierde a su hijo y quiere conocer su paradero... Me impresionaba que los
otros países no dijeran nada, no hicieran nada en contra de eso. Aceptaban
tener de amigos a gobiernos bárbaros como el de Chile o Argentina
R: Era otro tipo de barbarie. Además era peor porque venía de un sistema
en el cual habíamos creído todos los de mi generación. Una opresión que jugaba
con nuestros más altos sentimientos.
P: ¿Se considera un hombre de izquierda?
R: Es complicado decirlo porque hay muchos tipos de izquierda. Hay
izquierdas que no lo son. Me gusta más la palabra "progresista".
Ahora, sí ser de izquierda es hacer respetar la libertad, la dignidad y la
democracia del otro, entonces soy un hombre de izquierda.
P: ¿El concepto perdió su sentido después de la caída de la Unión
Soviética?
R: No pienso que Rusia fuera un sistema de izquierda, porque era
represivo, oligárquico. Utilizó el marxismo nada más que como una fachada.
P: ¿Usted se considera un intérprete de la rebeldía de los años sesenta?
R: Bueno, yo interpreté la opresión a mi manera, en términos
cinematográficos. Procedo de Grecia donde la represión era tremenda, con guerra
civil y todo. En ese sentido Grecia se parecía mucho a Latinoamérica. Tanto es
así que en el año 54, cuando sucedió el golpe militar en Guatemala, el
embajador norteamericano que agenció el golpe fue trasladado a Grecia
inmediatamente.
P: ¿Tiene un método especial para hacer cine?
R: En el cine hay que contar una historia. No hay que olvidar que la gente
también va al cine a divertirse. Me gusta hacer películas cuando están basadas
en hechos reales.
P: Sus películas no deben calar muy bien con la industria de Hollywood…
R: He realizado las historias que me han interesado personalmente. Por
ejemplo, Music Box parte de un tema
que nos interesa enormemente a los europeos. Un día supe que unos diez mil
asesinos nazis fueron a esconderse a Estados Unidos. Y jugaron el papel de
anticomunistas y fueron tratados como héroes por la derecha norteamericana.
P: Y su otro tema candente: el racismo en Traicionados...
R: Yo quería hacer una película sobre los fascistas franceses y en ese
momento vienen los norteamericanos y me dicen que tienen el mismo problema. Con
Joe Ezthernas visitamos seis estados del norte (Nebraska y otros) y encontré
una América increíble: llena de racistas y antisemitas. Lo justifican diciendo
que los judíos y los negros se quieren apoderar del país. Y cuando salió la
película la prensa norteamericana dijo que eso no existe, que Traicionados era una fantasía europea.
P: Los Estados Unidos se preocupa de tener la mayor democracia del mundo y
no ha podido erradicar la intolerancia…
R: Eso también es un mito, no existe eso de la mayor democracia del mundo.
Apenas hay dos partidos hegemónicos. Solo el cuarenta y cinco por ciento de la
población hace uso del voto. Más del cincuenta por ciento no participa de ello.
Y el nivel educativo es muy bajo…
P: ¿Cuál fue el punto de partida de El
cuarto poder?
R: Es el papel que juega un medio como la televisión que se mete hasta tu
casa a contarte lo que sucede un instante. Para mí ese es el problema número
uno de la sociedad actual: el poder de los medios. Algo inimaginado hace un
siglo. Un solo hombre habla y, simultáneamente millones de personas lo ven y lo
entienden. Y detrás de todo ese espectáculo están los grandes grupos
económicos.
P: ¿El personaje interpretado por Travolta es una simple víctima?
R: Para mí ambos son víctimas porque no hay que jugar a decir que los
periodistas son los malos. Tal como está concebido el sistema, son víctimas
tanto el periodista como el espectador. Los dos están siendo manipulados para
fines distintos al de informar.
P: ¿Trabajar con actores de la talla de Hoffman y Travolta supone algún
tipo de concesión de su libertad creativa?
R: No, los dos querían hacer la película y desde un principio la
consideraron importante. Aceptaron trabajar por menos dinero que el que
habitualmente ganan. Si ellos cobraran su tarifa, el presupuesto sería colosal,
el filme sería imposible de hacer.
P: ¿Cuarto poder tiene un
planteamiento pesimista?
R: Con los medios en general soy muy pesimista. Se ha llegado al punto de
que un solo hombre es propietario de decenas de diarios y de cadenas de
televisión. ¿Cómo hemos permitido eso? ¿Cómo los estados lo han permitido?
Pero, ¿y quién nos escucha? Además, los medios sin nosotros, los lectores y
espectadores, no podrían existir.
P: ¿Al escribir el guion vio otras películas del
género periodístico?
R: Si, Vi The Big Carnival, de
Billy Wilder, y otras incluso, hay similitudes con la película de Wilder en
cuanto a la relación entre el sujeto y el periodista. En The Big Carnival la situación está planteada en términos personales
entre los dos personajes. Mi punto de vista está más enfocado hacia el
periodista como una ficha más del juego, donde él es manipulado también.
P: ¿Usted combina la realización de cine con la preservación?
R: Ésa es otra de mis pasiones. La Cinemateca Francesa vivía un periodo
muy malo, subió al poder Françoise Mitterrand, quien a su vez nombra a Jack
Lang en la cultura. Y me propusieron la dirección del archivo francés. Ahora
gran parte de nuestros esfuerzos están encaminados a la restauración de filmes
antiguos.
P: ¿Tiene gustos particulares, en cuanto a cinematografías favoritas?
R: La historia del cine es un problema político,
social y estético. Me interesa la forma como los tres puedan combinarse. La
estética por la estética puede ser vacía si se olvida el contenido. En cuanto a
mis gustos particulares me inclino por el cine japonés. Ozu, Mitzogushi,
Kurosawa, y por el buen cine norteamericano. La película que más he visto en mi
vida se llama Las uvas de la ira.
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