“La iglesia y el cine eran los dos únicos sitios a los que mis padres me dejaban ir” – dijo Scorsese en la primera entrevista que leí en mi adolescencia.
Y eso, me cayó como pedrada en ojo tuerto. Porque yo crecí en un barrio donde el teatro y la iglesia eran las edificaciones más altas. Y existía la rivalidad entre el padre Ramírez y el paisa administrador del teatro. Los dos peleándose la clientela. Si el cura se apuntaba un taquillazo por el fallecimiento de un ilustre católico, entonces el paisa se fajaba un doblete al domingo siguiente: una de chinos y otra de espagueti western. Cada domingo de matiné se enfrentaban a muerte. El cura no perdía oportunidad para quejarse de “ese antro de perdición”.
La iglesia representaba la luz, la verdad, el camino. El cine
era la oscuridad, la mentira, el abismo.
Yo fui monaguillo desde los 6 años, pero ese mismo año
comencé a ir al cine. Es decir, le prendí una vela al diablo y otra a Dios. Y
decidí pecar en el cine y empatar rezando domingo de por medio.
“Incluso a pesar de que siempre he tenido dudas sobre la
existencia de Dios, en un momento de mi vida quise ser sacerdote”. - apuntó
Scorsese en aquella entrevista.
A mi primo, el militar, lo chapeamos con cariño, “Cabo de miedo”. A mi barrio, que era más bravo que la franja de Gaza, los tombos lo apodaban “Calles peligrosas”, el billar de Don Pedro, a la vuelta de mi casa, tenía el encopetado nombre de “El color del dinero”.
Cuando Nori Navas, la nieta del compadre Botina, cumplió los 15, la rumba, que duró tres días, fue convocada con el título “El último vals”.
El vecino Toño Bullas , exquisito estafador, le llamaban “El aviador”. Luis Alfonso Londoño, quien protagonizó el clásico “Agarrando pueblo” era conocido como “Cantinflas” pero Mayolo le clavó el remoquete de “El rey de la comedia”.
Nunca entendimos como Chucho quería renunciar a sus poderes mágicos en “La última tentación de Cristo” y convertirse en un simple mortal, como nosotros. El primer parche que tuve, donde nos reuníamos a ver películas en VHS, se llamaba “Goodfellas”.
En plena” Edad de la inocencia” entramos por primera vez a una sala de cine y sentimos que ese era nuestro mundo. Mi hermano me llevó al teatro las Vegas que funcionaba sobre la carrera 38 con 14C del barrio Cristóbal Colón.Curiosamente, la primera película que vi, es la primera
que menciona Scorsese en su documental biográfico: “Duelo al sol” dirigida
por King Vidor, escrita por Ben Hecht y protagonizada por Gregorio Pecas. Casi
nada, oye.
San Martin Scorsese ha estado presente en nuestra vida y estará en la vida de millones de fans, ya lo verán. Para despedirnos va la última frase del viejo zorro: “Nuestro mundo está tan saturado de información inútil, imágenes, imágenes inútiles, sonidos, todo este tipo de cosas. Es una cacofonía, es como una locura, creo que ha estado sucediendo en los últimos veinticinco años. Y creo que todo lo que pueda ayudar a una persona a sentarse sola en una habitación y no preocuparse por eso, es bueno”.
2 comentarios:
También fui monaguillo en la iglesia de San Judas Tadeo en la avenida 6a y soñaba con ser sacerdote.Durante la misa repartimos la guía del cine publicada por la Acción Católica y las peliculas estaban clasificada por edades desde los 10 años hasta los 21que era la mayoría de edad en esa época y después había una categoría especial que decia :para personas de criterio muy bien formado y gran experiencia de la vida.
Por supuesto esas eran las que íbamos a ver a escondidas en el teatro Avenida ,el Adturias ,el Belarcazar o donde las presentarán.Fellini Roma estaba entre ellas me acuerdo y también 8 y1/2.
Gracias por el comentario. Fijate que muchos vivimos una relacion similar con el cine.
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