Al maestro James Caan
lo agarraron a plomo en un peaje, lo secuestró una gorda grupie, fue papá narco
de Nicole Kidman, hasta fue la voz del cucho (versión inglés) en aquella obra
maestra de la animación llamada “El cuento de la princesa Kaguya”
137 películas y
series es un palmarés bravo para quien se dio el lujo de trabajar bajo las
órdenes de Howard Hawks, Coppola, Lars Von Trier, Hitchcock , Warren Beatty ,
Tony Kaye entre otros.
Era el hombre de
hombros anchos con pistola al pecho, el hijo mayor de El Padrino que
equilibraba su falta de inteligencia con la agilidad del gatillo.
James no fue una
figura rutilante como lo fue Brando o Connery. Y le gustaban los excesos. Era una adicto a los matrimonios,
a la velocidad y a la mansión Playboy. Le fue mejor en los Globos de
oro que en los premios Oscar.
Se nos fue, dejándonos
una de las matadas más bravas del cine. Le
disparan como matando al diablo y el hombre se mantiene en pie hasta cuando
puede o , mejor, hasta que Coppola gritò “corten!”
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