Un documental colombiano inspirado en el libro “El Rio” de un escritor canadiense? Wade Davis, apodado “el Indiana Jones verdadero” recorre en 620 páginas la travesía del maestro Evans Shultes y la suya propia. Es un narrador nato, con un sentido de la crónica y del periodismo literario muy raro en un biólogo. Si bien el texto arranca en la Sierra Nevada de Santa Marta, viaja al exterminio de los indígenas norteamericanos para volver a la Amazonía, es el viaje literario el que nos atrapa, es la sazón de las palabras la que nos agarra. Davis no se las da de erudito, aunque lo es. Conoce el peyote y el yagé mejor que cualquier William Burroughs . “El Rio” recuerda a aquellos cronistas de Indias para los cuales cada animal y cada planta se convertían en apariciones mágicas. Un mundo donde las cosas adquieren otra dimensión más allá de los sentidos.
II
Si Toño Dorado hubiese nacido en Los Ángeles se llamaría Tony Goldwing y a lo mejor filmaría comedias románticas. Con su familia ha conformado una rara empresa (de esas que solo se dan en el cine) que ha hecho posible el documental “Apaporis, secretos de la selva”. No es una adaptación a rajatabla de “El Rio” y ahí radica su belleza. Las mejores adaptaciones, inspiradas en la literatura, no son más que reescrituras del texto original. Por eso la primera impresión que deja “Apaporis” es la de haber sido filmada por un lector apasionado. Como en el libro conviven varias películas juntas, Dorado se inclina por la parte mejor condimentada: la del rio Apaporis que nace por los lados de San Vicente del Caguán para caer al Caquetá, en unos 800 kilómetros de recorrido.
La mirada de Toño no es la de un Jacques Cousteau, por decirlo. Es más bien la mirada del citadino lego. Lo que le falta de biólogo le sobra en poesía y montaje. A partir de la sorpresa del realizador construimos nuestro propio asombro. Entonces el espectador se siente en la mitad de la selva. Con los sonidos puros y las imágenes puras. Y vivimos un poco lo que pudo haber vivido el cronista de Indias al mirar esta surrealidad . Y es que lo real maravilloso de “Apaporis” va mas allá del cliché publicitario con el que se identifica al boom de la literatura latinoamericana. Hasta al cartesiano más recalcitrante, le produce hipo ver la resurrección de un pájaro al que habíamos visto estirar la pata. No existe nadie tan solidario como un documentalista: Desde Lumiére hasta Michael Moore (pasando por Flaherty) los no ficcionarios nos comparten imágenes, sensaciones y suspiros del mundo y de nuestros semejantes.
Toño Dorado ha realizado algo similar al alemán Werner Herzog quien el año pasado se internó en la cueva Chauvet para mostrarnos las hermosas pinturas rupestres del paleolítico. Tanto “Apaporis” como “La cueva de los sueños olvidados” nos meten en la máquina del tiempo para hablar de nuestros orígenes, de aquello de lo que estamos hechos, del mismo material de los sueños.
1 comentario:
Hola José! Qué bien que hayas comentado la película de Apaporis! Y a propósito de tus notas con respecto al montaje, te invito a que investigues un poco más sobre como fue ese proceso, pues no se nos olvide que hacer cine es ante todo un proceso COLABORATIVO! Te doy un dato: cuando Antonio llamó a Morris para hacer el montaje, su director no veía una película para cine, sino una serie de televisión! Por otro lado creo que los que participan en un documental sobre una situación tan delicada y humana como la que trata Apaporis, más que créditos son " mediums"...Como le escuche a Morris: Apaporis no es una película de alfombra roja, sino de alfombra verde!!!
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