domingo, 15 de enero de 2023

TAR: CATE BLANCHETT , EL PODER DE LA MUSICA Y LA MUSICA DEL PODER

 


Tres horas dura TAR la gran película dirigida por Todd Field y son tres horas de golpes al espectador. Primero porque estamos frente a un personaje erudito. En sus respuestas, en la entrevista inicial, se pasea por Mahler, Beristaín , Bach, Barenboim, Jacqueline du Pré…Ella es directa, meticulosa, detallista hasta el hartazgo y por ello es intimidante. En ese ciclón de palabras, al espectador le queda difícil digerir. Estamos enseñados a muchas películas donde los personajes no son ni inteligentes , ni ingeniosos. Por eso Lydia Tár nos avasalla.

Pero el asunto va mas allá. No es una pelicula como “El concierto” de Radu Mihăileanu . es decir, no es la película donde nos saboreamos la música. No es una película para ver con los ojos cerrados como las de Gérard Corbiau, director melómano nato.

Tár , tiene tantos matices, tantos laberintos que uno no se imagina a otra actriz interpretándola. Esa delgadez extrema, la palidez de alguien que es tán obsesiva del trabajo que nunca la imaginamos en una playa. Tár , respira música pero yo la veo como una película sobre el poder. Y quizás es por ello que ha molestado a un sector del feminismo y también a la directora Marín Alsop (la primera mujer en dirigir como titular la Sinfónica de Baltimore y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena). Alsop confiesa que la película la agredió “ como mujer, como directora y como lesbiana”

Cat Blanchett da en el clavo cuando le responde: "Es una meditación sobre el poder, y el poder no tiene género". Cate nos devela la verdadera intención del guion. No es una película feminista a ultranza, tan en boga por estos días. La película es más ambiciosa que eso: nos muestra el poder abrumador de un ser solitario. Su ascenso y caída. Y el acecho de las redes sociales. En un minuto las redes sociales te acaban la vida.  

De antología: El plano secuencia de 10 minutos donde Tár explica a su alumno la diferencia entre el artista y su vida personal: “¿Puede la música clásica, compuesta por un montón de blancos religiosos y austroalemanes, exaltarnos individual y colectivamente?

¿Y quién decide eso? ¿Qué tal Beethoven? ¿Les gusta?

Porque para mí, una lesbiana intensa, el viejo Ludwig no me simpatiza tanto. Pero entonces lo confronto. Y me encuentro de frente con la magnitud de su obra y su inevitabilidad”.

 

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