sábado, 23 de marzo de 2024

DIOS TODO LO VE, HASTA LAS PELICULAS

 

Parroquia San José, del barrio Cristóbal Colón en Cali

Llegué al cine gracias a la iglesia católica. Aquí publico las dos edificaciones más altas de mi barrio: La Parroquia y el teatro. Pero yo me hice monaguillo antes que cinéfilo. El cura Ramírez no perdía oportunidad para meter sablazos:

-      Ese antro de perdición.

La iglesia representaba la luz, la verdad, la palabra. La sala de cine era la oscuridad, la mentira, la imagen.

Ese fue mi primer dilema moral. Si Dios todo lo ve quiere decir que es un mirón, un voyerista, un cinéfilo.

Con mi pana Alberto Gordon estábamos decididos a ingresar al seminario a combatir el mal. Pero yo jugué mi corazón al cielo y me lo ganó el cine.

Entré por primera vez, muy asustado. Sentía que el Diablo me agarraba las pelotas, luego descubrí que no era el diablo sino el viejito “Nicotina”, cacorrón que fumaba más que puta detenida. “Ojo que ese man es dañado”- advertía mi hermano.

Teatro Variedades en Cali barrio Cristóbal Colón, tal como se ve hoy 

Allí se gritaba, se aprendía a fumar, se le pedía el cuadre a la vecina. El cura tenía razón: amparados por la oscuridad los homo cinéfilus sacaban sus bajos instintos, era la dictadura del Ello.

Tuve que hacerle un quiebre a mi conciencia. Un fin de semana Pepe Grillo me incitaba a rezar, a humillarme ante Cristo crucificado. Y el siguiente domingo a las tinieblas, al pielroja sin filtro, a ver que nena caía en las garras del mal. Y así fue como aprendieron a convivir en nuestro corazón Sartana y Jesucristo, Django y San José, Charles Bronson y el Papa, Nastassja Kinski y La virgen María, Kathleen Turner y Santa Dorotea, el espagueti western y el vino de consagrar.  

La pared de mi cuarto representaba esa democracia dual. Afiche de Sylvia Kristel y al lado San Gregorio Hernández. Ambos médicos a su manera. Gregorio de la cintura para arriba y Sylvia de a cintura para abajo.

Poco a poco la oscuridad se apoderó de nuestros cuerpos y de aquel sueño del seminario no quedaron sino las películas de semana santa. “El manto sagrado”, “Ben hur” , “Las sandalias del pescador”, “Quo Vadis”, “Éxodo”, “Barrabás”. Corten y amén.

4 comentarios:

Silvio Rebolledo dijo...

Qué bacano, vivimos en el mismo barrio, fuimos uniformados a la misma iglesia, nuestras vibraciones internas fueron por la Kristel y luego con el curita Ramírez "Padre, regáleme una medallita', -No tengo, pero vení te regalo un catecismo".

Anónimo dijo...

Que belleza de escrito! Sigo cagado de la risa!!

Anónimo dijo...

Creo que no era en Cali no más. En toda Colombia era igual. Aqui en Pereira sucedían cosas iguales, similares. Dios y diablo, buenos y malos, actrices intocables y feitas tocables muchas.. las mismas cintas, esos 10 mandamientos que parecían mil mandamientos, Espartaco, Anthony Queen, Tony Curtis, Kirk Douglas, salían de Cali y se venían para Pereira, pero también iban a Cartagena, Medellín y Bogotá. Los pecadores voyeristas y cinefilos eramos montones y muchos, ahí vamos...

Anónimo dijo...

El man de la ventana indiscreta, no pudo, al parecer, ser ungido por el agua sagrada de los Caco Ros del Manto Sagrado, la niña inocente de la escena de Garganta Profunda consiguió elevar sus deseos mezquinos de fumar piel roja. Cuentan que hoy el niño poeta que se despilfarró entre vírgenes, está como el viejo y el mar, pero con hembras haciendo film erótico político, con las mismas, que dejaron a Jesús colgado y con sed en la cantina del cielo. Att: La profe Yolis.