Si algo envidio de la generación actual, es
el acceso fácil al porno. Lo más erótico que tuvo mi tiempo fue la sota de bastos.
Uno de los inventos revolucionarios de la época, era un espejito que se
colocaba en el empeine del zapato para ver calzones de rebote. Lo digo ahora
que, la cadena de WhatsApp que causa sensación es la de Martina Smith ,
santandereana tipo hormiga, que se sube a un taxi y en la mitad del trayecto le
dice al taxista que no tiene plata y le
propone pagar en especie. Todo lo graba con la camarita escondida y lo lanza al
espacio sideral.
Entonces recuerdo aquel tiempo cuando, en el
teatro Variedades, anunciaron “Goodbye Emmanuelle” en lunes de
taquilla alegre. Lunes rojo, le llamaban los mayores. Ya nos habíamos perdido
todo el ciclo. Así que los del parche puberto (el más viejo tenía 14 años)
convocamos al portero del teatro. Era un vecino, indio grandote. Haga de cuenta
el amigo loco de Jack Nicholson en “Atrapado sin salida”, que además era
el encargado de poner el orden cuando la cosa se salía de madre.
El hombre nos extorsionó pidiéndonos esta
vida y la otra: el triple de lo que valía la boleta regularmente. Con la
condición de entrar a la sala una hora antes y esconderse para salir a butaca
una vez iniciada la proyección. Al final, otra vez escondidos hasta que se
esfumara el ultimo espectador.
Tocó recoger cobre, periódicos viejos,
electrodomésticos ociosos para ir a venderlos a los depósitos del centro. De papaya para que Freud escribiera “Reciclaje
y Tabú”.
Y se apaga la luz. En aquel tiempo mandaban a
las divas a lugares exóticos. Si el polvo era con africanos o asiáticos, mucho
mejor. Ella, blanquita, contrastaba con la piel de la negra con la cual hizo un
trio conyugal en plena luna de miel. Los únicos tríos que conocíamos hasta ese
momento eran los que se escuchaban en la casa: el trio Matamoros y Los Panchos.
Sylvia constituyó la piedra angular del
desnudo femenino de mi vida. Se convirtió en la medida de todas las pieles. Por
fin conocíamos el cuerpo femenino en toda su expresión.
Hoy, Martina Smith se sube al taxi y ya. Sin
ir a lugares exóticos. Como para un tercer tomo escrito a dos manos por Freud y
Marx: “Una contribución a la Uberización del sexo, en el capitalismo salvaje”
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