Los
gustos de Andrés Caicedo tanto en materia de cine como de música fueron bien
particulares. Tenía una especial inclinación por las pequeñas obras más que por
las superproducciones. Afecto íntimo de la marginalidad, podía cargarse “El Padrino” por considerarlo
una película demasiado perfecta, producto de un director que retornaba al
estilo abarcador de Samuel Golding (productor Dios a la vieja usanza). Aprendió desde su infancia a desconfiar de
las buenas maneras , de los profesores y de los directores tipo Francis Ford
Coppola. Hay que aclarar que hace 50 años las fronteras entre el cine
independiente norteamericano y las majors eran claras y definidas . Hoy
, el llamado cine independiente es, salvo contadas excepciones, un apéndice de
los estudios .
De
ahí viene su amor por los teatros de barrio. Aunque ese desclasamiento del que hacen gala algunos de sus personajes hacía
parte de su mundo simbólico mas que de
su vida cotidiana. No en vano al escribir su único texto teórico ( “La
especificidad del cine”) realizaba una división bastante arbitraria
colocando al público lumpen como el último escalón del cinéfilo.
En
una carta a su amigo Miguel Marìas escribió : “El sábado en el teatro un
man le dio por gritar hijuepuuuuuuta tres veces, la primera vez la gente hasta
se rió pero las otras ya no se las aguantó nadie, al final yo no sé quienes de
arriba estaban buscándolo para cascarlo, tengo miedo de que el cine club
termine con gente así medio lumpen..”
Hoy, nos acercamos a la figura de Andrés en la distancia y si bien ya no somos los
jovencitos que deliramos leyendo “El Atravesado”,
sabemos que, contra todo pronóstico, su obra continúa vigente. Lo leen. Lo
devoran. Lo descubren en la red. 40 años de muerto y sigue joven, mientras nosotros
intentamos descubrir en su obra una ciudad que se fue.
“Música
que me conoces, música que me alientas, que me abanicas o me cobijas, el pacto
está sellado, Yo soy tu difusión, la que abre las puertas e instala el paso, la
que transmite por los valles la noticia de tu unión y tu normal alegría, la
mensajera de los pies ligeros, la que no descansa,
la
de la misión terrible, recógeme en tus brazos cuando me llegue la hora de las
debilidades, escóndeme, encuéntrame refugio hasta que yo me recupere, tráeme
ritmos nuevos para mi convalecencia, preséntame a la calle con fuerzas
renovadas en una tarde de un collar de colores,
y
que mis aires confundan y extravíen: yo luzco y difumino tus aires, para que
pasen a ser esencia trágica de los que me conocen, de los que me ven y ya no me
olvidan. Para lo muertos”.
Aquí la invitacion a la audición Salsa V.S Rock :
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